El ciclo de exposiciones Anatomías del Alma comisariado por Ferran Barenblit y acogido en la sala de exposiciones Espai 13 de la Fundación Joan Miró, Barcelona, en octubre del año 1996 retomaba la idea del alma como parte integrante de la anatomía del hombre. Proponía un estudio de la esencia del espíritu a partir de la descripción del cuerpo humano.

La idea de alma y su relación con el cuerpo, la materia, ha ido variando en el transcurso de la historia. Esta relación supone implícitamente la existencia de lo inmaterial e inmóvil; una realidad independiente de los objetos materiales o de los cuerpos físicos. La propuesta de esta exposición situaba el alma, la psique o el espíritu en el ámbito de estudio de la anatomía recuperando, en cierta manera, la concepción clásica del alma como componente de la naturaleza físico-trascendental del hombre. Este planteamiento melancólico sobre la identidad y las cualidades esenciales del individuo ubicadas en el alma remite a las primeras ideas que conformaron el concepto de lo anímico en los orígenes de la historia de la cultura.

Fearless.Studio participó en esta exposición con una obra inspirada en dos de las más prístinas impresiones sobre alma: la que refiere a su cualidad ígnea y la visión homérica descrita en el Nekya o Descensus ad inferos. La cosmogonía fundada en el fuego, principio ligero, etéreo y cambiante del universo, y su manifestación individual, el calor vital, que se extingue y sucumbe al morir asocia el fenómeno de la vida con el alma. El alma, bajo esta concepción, es la razón ontológica que discrimina lo viviente de lo inerte. Es precisamente esta interpretación tradicional del alma relegada y superada por el cartesianismo la que el ciclo del Espai 13 parece recuperar en su propuesta.

Otra de las caracterizaciones del alma relacionada también con la idea de fuerza que insufla vida, pero presentada como su contraparte es la psique descrita en el Nekya. El alma no es la parte divina del hombre, sino una sombra incorpórea, una atenuación de la auténtica naturaleza y cismundalidad de la vida.

El alma en este canto homérico no es más que una prolongación del cuerpo anclada en él como ente foráneo en letargo. Se desgaja como residuo del cuerpo fenecido y proyecta un simulacro, una réplica atenuada del viviente, un postizo de lo que fue su existencia terrenal, un espectro sin mente. En este sentido, el alma se concibe como un subnivel de energía vital, el más pobre y exiguo, una advertencia sobre el hecho de dejar de ser y la existencia de lo no real. El alma se torna reflejo inverso de la vida, como el intelecto es, del mismo modo, especulación de lo existente.

La idea de imagen inmaterial u abstracción, de un lado, y fuerza vital asimilada a la existencia del viviente, de otro, conducen al principal de los inescrutables sobre la naturaleza del mundo y la contextura del conocimiento del mundo. Los objetos atemporales, ficticios forman representaciones ahormadas a través de inmateriales categorías, clases e ideas que se conjugan en prolepsis, analepsis o sucesión cronológica.

Como el alma homérica, la existencia conceptual deriva de la materialidad corporal y se desenvuelve en un plano de irrealidad tangible en virtud de la verbalización, la representación artística o la fidedigna y meticulosa explicación científica.