La vídeo instalación Don’t touch the works of art alude tanto a las temáticas y motivos más clásicos desarrollados por la actividad artística como a los procedimientos empleados en su representación. A la vez, se aborda la intangibilidad de las manifestaciones artísticas creadas con medios electrónicos, digitales o audiovisuales. La aplicación de estas metodologías diluye la idea de objeto artístico y esta disolución genera algunas contradicciones que se hacen patentes al exhibir estas formas de expresión en los espacios destinados al arte, los museos.


En Don’t touch the works of art se proyectaba una imagen de grandes dimensiones. Un cuerpo humano inmóvil en una postura que recordaba a las clásicas esculturas griegas, solemnes, graves, conspicuas se planta con autoridad y desafío ante el visitante. Sin embargo, hay algo implícito en esa actitud que revela una rotunda ridiculez. En el suelo, una serie de dibujos a lápiz recorre un lado de la sala.

Una guirnalda de pequeñas lámparas parpadeantes los va entrelazando y la penumbra interrumpida tímidamente por los débiles destellos luminosos, deja entrever una carcajada. Una risa redoblada que aparece y desaparece, a veces cómplice otras desdeñosa en perpetua ambivalencia entre el regocijo y el escarnio. A la entrada de la sala, una copia de la cartela de advertencia que los museos colocan junto a las obras que exhiben con el texto encabezado por la frase:

Don’t touch the works of art – No toque las obras de arte.

Esta vídeo instalación se expuso en el año 1998 en la Sala Josep Bages de la localidad barcelonesa del Prat de Llobregat y formó parte de la exposición Creació Jove celebrada el año 2000 en La Capella, espacio del Instituto de Cultura de Barcelona dedicado al arte emergente.